Bilbao acoge desde 2017 el Festival de Cine Obrero LAN, un espacio de revisión de los procesos industriales y su peso en la transformación de las sociedades contemporáneas, a través del análisis de diferentes producciones audiovisuales. La cita, organizada por la asociación cultural Emovere, pone de relieve el interés del sector respecto a estas cuestiones. Itxaso Díaz, responsable de la muestra que tendrá lugar del 18 al 25 de septiembre en BilbaoarteBilborock y el nuevo espacio expositivo Artiatx (Zorrozaurre), nos explica las características del festival.

¿Cuál es el origen de este Festival de Cine Obrero? ¿Cómo fueron sus inicios?

El origen de LAN reside en el interés que el equipo tractor ha tenido siempre por las periferias, las identidades colectivas, los discursos coherentes y los incoherentes, las dinámicas sociales, la participación ciudadana, las multiplicidades, la textura fabril, la margen izquierda como concepto, como territorio y como huella, el pasado, el presente y el futuro de las personas, el arte como trabajo y el trabajo como arte, los cruces y las transformaciones, los movimientos migratorios, las diferencias y las minorías, las subjetividades y las imperfecciones, la austeridad y la humildad como valor de revuelta…

Es de esos puntos de partida, y de intereses, de donde surge la idea de realizar, en un inicio, lo que proyectábamos como un ciclo de vídeo de temática obrera y que finalmente se convirtió, desde la primera edición, en un festival.

¿Qué objetivos perseguíais con su puesta en marcha?

El objetivo principal de LAN perseguía acercar a la ciudadanía la información, la historia y las dinámicas que los movimientos obreros han tenido desde su inicio hasta la actualidad a través de distintas producciones audiovisuales, haciendo especial hincapié en aquellas iniciativas visuales que muestran la idiosincrasia, la lucha y los procesos de resiliencia de los hombres y mujeres obreras y la sociedad en la que se desarrollan. Especialmente las de Bilbao, la margen izquierda de la ría, el País Vasco y aquellos territorios donde la fábrica y las personas obreras han venido “habitando”, así como la relación del poder, la económica, la subversión en otros aspectos, como la arquitectura, la educación, la ecología, el espacio público, la emigración y todos aquellos aspectos sociales a los que afecta el mundo del trabajo.

En definitiva reivindicar un ámbito, el obrero, que no ha sido lo suficientemente reconocido.

A las puertas de la cuarta edición, ¿qué valoración hacéis del recorrido del certamen desde su presentación en 2017? ¿Cómo ha evolucionado?

LAN ha evolucionado en muchos aspectos, uno de los más significativos quizá sea la toma de consciencia colectiva de que eso que denominamos “memoria obrera” y que achacamos a algo del pasado, probablemente condicionados por el reciente periodo de desindustrialización que hemos vivido en nuestro territorio, continúa muy vigente a nivel intencional, en muchos territorios y de una manera muy diversa y que por lo tanto resulta una temática muy actual.

Otro de los aspectos remarcables es la visibilización del papel de la mujer en los mecanismos de desarrollo obrero para potenciar el valor de su trayectoria histórica en dos ámbitos; el de la producción en su máxima dimensión, visibilizando la obra de las mujeres realizadoras, guionistas, productoras, etc., y por otro lado, poner de manifiesto sin complejos el rol de la mujer como protagonistas de la historia del ámbito obrero, no sólo como sujeto pasivo, sino como verdadero activo de las ideas, de los procesos y de los resultados. Un eslabón invisibilizado durante mucho tiempo pero que ha tenido y tiene un papel integral en el desarrollo de la idiosincrasia del trabajo, especialmente en la vida cotidiana y en un trabajo férreo de desarrollo de dinámicas positivas.

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